martes, 10 de mayo de 2011

Racismo Ambiental

El tema central de estudio y debate en las últimas semanas en la clase de Sociología del Derecho, ha sido el movimiento ambientalista que busca un desarrollo sostenible de la acción humana con la naturaleza. Más recientemente, se ha estudiado a profundidad el concepto de ‘racismo ambiental’, que tiene, a nuestro parecer, tres puntos importantes: en primer lugar hay una ‘doble victimización’ de las minorías raciales; en segundo lugar hay un señalamiento social de clase relacionado con el concepto de raza; y por último, la manera extraña como se da el fenómeno de ‘discriminación positiva’ en la defensa de los derechos ambientales y de comunidad de estas minorías raciales. De tal manera que en este análisis, definiremos un concepto de racismo ambiental que nos permita entender esas tres aristas del problema que elegimos arbitrariamente, para luego comprender la acción de los movimientos ambientales de las minorías en Estados Unidos y hacer una breve comparación con el caso colombiano.
Antes de empezar a analizar los tres puntos que decidimos destacar del concepto de racismo ambiental, es necesario realizar una definición general pero adecuada y precisa de este. De esta manera, nos apegaremos a la lectura que el artículo de Michael K. Dorsey, Race, Poverty and Enviroment, hace del racismo ambiental, ya que complace la pretensión que tenemos en cuanto a la definición. Se trata entonces de satanizar a las minorías raciales (no blancas) como ‘más contaminantes’ (que las mayorías blancas) teniendo en cuenta diferentes fenómenos que el texto desarrolla, y que acá solo enunciaremos. Estos son la mayor presencia de residuos contaminantes en lugares habitados por minorías no blancas; la preferencia de las industrias por desechar sus residuos cerca a estas comunidades; y la acción discriminatoria del estado al ser más estricto en cuanto a sanciones y reparaciones cuando la contaminación se produce en comunidades blancas que en comunidad negras, hispanas o judías, de acuerdo con el citado texto.
Ahora, como un marco claro de lo que significa racismo ambiental, explicaremos un poco más a fondo el problema de ‘doble victimización’ que se aborda en el artículo de Michael K. Dorsey con datos empíricos y fuentes académicas. Este es, el hecho que no solo son las minorías raciales no blancas las que más sufren los efectos del desecho de residuos contaminantes sino que la acción del estado cuando esto ocurre, es mucho menos rigurosa que cuando son comunidades blancas las afectadas. De esta manera, no solo son las industrias y demás agentes contaminantes las que hacen del desecho de residuos un acto racista, sino las sanciones institucionales al no tratar de manera equitativa, justa y sin diferencia, a las comunidades afectadas, cuando son blancas y cuando no lo son. Al parecer, pertenecer a una minoría en Estados Unidos si trae cierto perjuicios que no soportan los blancos, contrario a lo que la constitución de ese país dice frente al principio de igualdad formal (todos los seres humanos son iguales sin importar, raza, creencia, etc.).
El concepto de raza tiene una clara relación con las variables de clase, y es por esto que en la gran mayoría de las sociedades con multiplicidad de razas, son las que pueblan las clases bajas las que son discriminadas. Esta relación nos puede explicar un par de cosas del concepto de racismo ambiental. Esto tiene una estrecha relación con el estudio que hace Michael K. Dorsey, aunque no es parte de su argumento central. Y es que teniendo en cuenta que son las minorías raciales (especialmente negros e hispanos, y anteriormente judíos) las que componen las clases bajas norteamericanas (según UCLA, hispanos y negros tienen dos tercios de la calidad de vida de anglosajones y asiáticos en promedio). Y es que si hay un mismo daño ambiental en una zona de clase media que en una zona de clase baja, se indemnizará con más dinero a la de clase media pues el daño a su patrimonio fue mayor (teniendo en cuenta solo el valor del suelo) que el de clase abaja; el problema es que en Estados Unidos es más común que los afroamericanos sean de clase baja que de clase alta. También, desde el punto de vista ambiental, hemos encontrado el único punto positivo que tiene esta discriminación: si las minorías de las que Dorsey habla que son todas ellas recesivas a la sociedad blanca dominante, viven mayoritariamente en las clases bajas, y fuera de ello son los más afectados por la contaminación; entonces la conclusión interesante es que la contaminación es un hecho social de clase que es económicamente rechazado por el mercado. Aunque es una buena noticia, la sociedad y el estado deben hacer esfuerzos porque ningún miembro de la sociedad sea víctima de esto; al igual que ocurren más homicidios en clases bajas, nadie debería ser asesinado en un sistema ‘civilizado’.
Por último, es difícil para un estado que reconozca esta problemática, implantar políticas de ‘discriminación positiva’ para contrarrestar el racismo ambiental. La discriminación positiva es el acto estatal de favorecer a los marginados por encima de la sociedad que margina, rompiendo los principios de igualdad formal para reivindicar a las comunidades afectadas. Esto se ha hecho con el racismo en Rio de Janeiro (todas las universidades deben tener un 20% de afrobrasileños y tienen exención de impuestos si alcanzan el 50%) y con la desigualdad de género (ley de cuotas en Colombia donde el 30% de los altos cargos públicos deben ser ocupados por mujeres). Sin embargo, en Estados Unidos es muy complicada ya que en teoría, no se puede romper el principio de igualdad formal (ya analizamos anteriormente su problemática) ya que no es una nación multicultural sino igualitaria, a diferencia de Colombia y Brasil donde las minorías son formalmente comunidades distintas y diferenciadas de la sociedad en general, con derechos propios que las defienden de la discriminación. En Estados Unidos todos los individuos gozan de los mismos derechos y deberes, y en virtud de esto deben ser tratados por el estado de manera igualitaria.
Sin embargo, Dorsey se esfuerza en mostrar como las minorías se han percatado del problema y han tomado cartas en el asunto. Han creado movimientos que no solo son ambientalistas en el sentido en que persiguen a los agentes contaminantes del sistema y procuran una relación más amable entre el desarrollo capitalista, el ser humano, y el resto de la naturaleza, sino que se preocupan por la relación que tienen estos con las categorías raciales que se han configurado en Estados Unidos con base en construcciones económicas, sociales y culturales que vienen desde hace siglos. Estas organizaciones tienen gran poder político ya que representan comunidades muy fuertes (por ejemplo el barrio Harlem en Nueva York), lo que las convierte en un factor esencial en acabar con este racismo ambiental. De esta forma, no es lo mismo que una empresa contamine una comunidad blanca que una comunidad negra teniendo en cuenta una variable de presión política, pues la comunidad negra se hará valer no solo de los movimientos ambientalistas como GreenPeace para atacar al agente contaminante, sino a We Act (West Harlem Environmental Action) y otros movimientos que se dedican exclusivamente a proteger los derechos ambientales de las minorías.
Para terminar, concluiremos nuestro análisis del problema descrito por Michael K. Dorsey haciendo una breve y vaga comparación con el caso colombiano. En primer lugar, en Estados Unidos las minorías raciales recesivas son las más afectadas por la contaminación, y el gobierno impone sanciones más fuertes cuando la contaminación es en contra de comunidades blancas, lo que hace a dichas minorías doblemente víctimas. Esto no ocurre de esta manera en Colombia, pues aunque por ser un país menos segregado que aquel del norte (lo que hace que resulte más complejo hablar de raza), las minorías raciales que se han constituido como tal (indígenas y afrocolombianos) cuentan con una protección especial del estado, no solo a la contaminación, sino a la simple explotación económica de sus territorios. En segundo lugar, es claro que este racismo ambiental se puede explicar por una íntima relación con el concepto de clase económica y la composición que tienen especialmente los estratos bajos de individuos pertenecientes a minorías raciales. En Colombia, también son las clases bajas las más perjudicadas por estos fenómenos y en donde el estado se preocupa menos por resolver esta clase de situaciones. Sin embargo, y a diferencia de Estados Unidos, el hecho de que nuestro país sea declarado multicultural, le vale para proteger de manera más efectiva a las minorías raciales recesivas que no se declaren como tal (como lo hicieron ciertas comunidades indígenas y afrocolombianas), y que sean afectadas en mayor medida, y en virtud de su situación económica, por los agentes contaminantes. Es por esto, que los movimientos en pro de defender los derechos ambientales de las minorías raciales, han marcado la pauta en los últimos 20 años en Estados Unidos atacando a los agentes contaminantes a falta de políticas de discriminación positiva por parte del estado.

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